Hoy se ha incorporado el nuevo maestro y el señor cura nos lo ha presentado antes de empezar las clases.
Sustituye a Doña Leonor, que se tuvo que marchar a otro pueblo ya que su marido había cambiado de destino como secretario judicial.
¡Qué diferente es Don Manuel de Doña Leonor! Viste como nosotros los campesinos y no como los señoritos de ciudad. Quizá sea por eso que Mosén Joaquín le mira de reojo y poco le falta para aspergerle con agua bendita por si acaso.
Cuando el señor cura se ha marchado, Don Manuel nos ha pedido que le dijéramos nuestro nombre y a qué se dedicaban nuestros padres.
Cuando le ha tocado el turno a Antoñito, al que se le atraganta la lectura y la pronunciación, el maestro no lo ha atosigado. Ha esperado todo el tiempo que ha sido necesario y cuando ha terminado su turno, los ojos del chaval centelleaban de agradecimiento.
Don Manuel dice que va a llevarnos a ver el mar, porque lo más parecido que conocemos es el páramo cubierto de mieses ondulándose a la vez cuando sopla el cierzo. Hemos hecho una redacción sobre el mar y Juanita la del Sordo ha dicho que es más profundo que el pozo de la plaza y que tiene peces tan grandes como la carreta del señor Julián.
Cuando le he contado a mi madre que el nuevo maestro nos iba a llevar de excursión a ver el mar, no ha dicho nada. Solo me ha mirado y en sus ojos había a la vez duda, sana envidia e incredulidad.
Cuando pensaban que no los oía, le ha comentado a mi padre que el nuevo maestro no tardaría en tener problemas, porque prometía cosas que no estaban al alcance de unos pobres aparceros como nosotros. Mi padre le ha respondido que las cosas estaban cambiando y que si en España habíamos conseguido echar a los reyes, quizá un maestro podría llevar a un puñado de arrapiezos pobres a ver el mar.
Hoy el maestro no ha venido a clase. Según Ramón, ayer se lo llevaron los guardias camino de Briviesca. Mañana será el día de Santiago del verano de 1936.
Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, 10 de junio de 2019