Pipo

Mamá nunca me cree. Dice que me invento las cosas y que no tengo que mentirle, pero yo jamás hago eso.

Cuando le conté lo de Pipo, el que vive en mi armario, vino a mi habitación y la inspeccionó. A continuación, me miró con esa cara que pone cuando alguien le lleva la contraria. Con las mejillas coloradas y las cejas apuntando hacia su pelo. No hubiera hecho falta que añadiera nada más, pero me llamó fantasiosa. Eres como Antoñita la fantástica, me dijo, y vas a tener muchos problemas en la vida como no cambies.

Solo insistí otra vez y me gané un día sin postre. Había natillas, de esas que me gustan tanto, con una galleta María en el centro y sobre ella, como una nube o un montoncito de nieve, clara de huevo batida.

Ahora ya no le cuento nada, pero Pipo sigue aquí y cada vez se porta peor. Ayer le vi coger de la cocina el cuchillo más grande y observar un rato a mamá mientras dormía la siesta en el sofá, acunada por el serial de la tele.

Tendría que decírselo, pero como ella piensa que todo son imaginaciones mías no se lo voy a repetir. Hoy hay helado de chocolate de postre. 

Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, 16 de noviembre de 2020.

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