Tras el aparatoso accidente ocurrido en la intersección de la Calle Mayor y la del Duque, la policía tomó declaración a diferentes testigos para intentar discriminar la culpabilidad de los conductores implicados.
Rodríguez, agente experimentado, decidió hacerlo in situ, porque su experiencia en situaciones similares le demostraba que los testigos se desvanecían o lo que habían visto y oído se trasmutaba.
Pidió ayuda a un compañero, que seleccionó a las cuatro personas más cercanas al suceso y les pidió que esperaran a su lado, sin comentar entre ellos nada de lo sucedido, para evitar contaminaciones.
De uno en uno se acercaban a la furgoneta de atestados, donde Rodríguez había montado su cuartel general.
El primero era un adolescente que venía de hacer skate, con los bermudas más bajos que la cintura y unos aparatosos auriculares naranja en el cuello.
—Yo estaba con los cascos puestos, tío, así que me di de napias con un par de bugas todo escacharrados junto a la esquina. Salía humo de sus tripas y aunque me asomé para junar si había algo de casquería sobre el asfalto, me quedé con las ganas. Vi a la peña acercarse y me quedé apoyado en una farola para contemplar el espectáculo. Igual había suerte y tenían que venir los bomberos para serrar los coches y sacar a los de dentro.
Ante el aroma a “eau de costo” que emanaba aquella buena pieza, Rodríguez lo consideró un testigo poco fiable, por lo que pasó al siguiente.
La señorita que subió a la furgoneta casi consigue desconcentrarle antes de hablar. Rubia y divina de la muerte, parecía un anuncio de Loewe animado. Tuvo que hacer un esfuerzo para dejar de admirarla y congratularse de su suerte antes de hacerle la misma pregunta que al testigo anterior.
—Verá, señor agente, yo venía de tomar el té con mi amiga Cayetana, la de los Garcés Nosecuantitos de toda la vida. Habíamos estado en el brunch del salón VIP del Palace, que entre semana está maravilloso, no como los findes que se llena de gentecilla que solo tiene dinero, porque cuando repartían la clase llegaron tarde. Como le iba diciendo, venía hablando por mi Iphone de última generación con Caye, cuando escuché un tremendo sonido y divisé dos vehículos completamente proletarios y demodés que habían chocado. Todo era suciedad y olor nauseabundo, por lo que cambié de dirección y me acerqué a la boutique de mi amiga Cuca, aquí cerquita. Tiene una ropa monísima y mi tarjeta necesitaba tomar un poco el aire.
Tras esa bocanada de Channel nº 5, el siguiente testigo impactó al agente, aunque no de forma positiva.
—Señor agente, vaya castañazo se han pegao estos pedazo de burros. Mira que ya me lo veía yo venir. Uno parecía que iba a apagar un fuego y el otro estaba echándole el ojo a las piernas de una señorita con minifalda. En resumen, testarazo y todo a tomar por donde amargan los pepinos. Si manejara así el tractor ya me habría cargado más de una vaca. Si ya se lo digo yo a mi parienta, no se puede bajar a la capital que te juegas la vida en ca esquina.
Tras ventilar el reducido espacio del olor a vaca que había aportado graciosamente el testigo, Rodríguez hizo unos ejercicios de meditación para tranquilizarse antes de mantener la que sería la última entrevista previa a la elaboración del correspondiente informe por triplicado, como exigían las normativas pertinentes.
El último testigo era un varón de mediana edad que vestía con cierta elegancia. “A ver si este me aclara algo”, pensó para sí.
—Buenas tardes, agente, soy Gumersindo Pi, ingeniero industrial y profesor titular de la Escuela Superior de Ingenieros de esta nuestra hermosa ciudad. Me dirigía hacia mi casa tras una jornada de intenso, aunque fructífero trabajo, cuando ha pasado por mi lado un vehículo gris plateado de matrícula EH 4722 que circulaba a una velocidad media de 70 kilómetros por hora. Como evidentemente conoce, esa velocidad supera la velocidad máxima permitida por el reglamento de conducción de vehículos en vías urbanas. Al llegar a la esquina, con una aceleración superior a dos metros por segundo, ha impactado con otro vehículo, golpeándolo por el lateral derecho y haciendo que dicho segundo vehículo modificase su trayectoria con un ángulo superior a 45 grados. A resultas de la colisión, se ha producido un incendio de los motores que ha emitido gases nocivos a la atmósfera incrementando el efecto invernadero. Tenga mi tarjeta y no dude en contactar conmigo si puedo ser de utilidad como perito experto.
Dudando entre cortarse las venas o dejárselas largas, Rodríguez finalizó el informe. Tras entregarlo en comisaría y pasar por el vestuario para cambiarse de paisano, se dirigió a su lugar preferido de «La Manuela» donde empalmó veinte tequilas reposados para calmar sus maltrechos nervios.
“Esto no es lo que era” y “por triplicado”, le escucharon murmurar entre dientes antes de caer desplomado sobre la barra.
Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, 14 de marzo de 2021.