Eso es lo malo que tiene Facebook, que pueden localizarte y enterarse de tu vida desde cualquier parte del mundo.
Así fue como Úrsula había vuelto a encontrarle, aunque habían pasado más de veinte años de su último beso, de su último paseo o su última discusión.
Él había cambiado de ciudad, de trabajo y de estado civil. Ella también, de esto último varias veces.
Por motivos laborales debía desplazarse a la ciudad donde él había arraigado su vida y deseaba volver a verlo.
A media mañana sonó su teléfono móvil en mitad de una reunión, miró la pantalla y al no reconocer el número colgó.
Una hora más tarde el móvil volvió a sonar. Intrigado, esta vez descolgó, podía tratarse de algún tema del trabajo.
—Hola, no sé si te acordarás de mí, soy Úrsula.
Él palideció y a continuación rompió a sudar. Le empezaron a temblar las piernas y tuvo que sentarse antes de poder responder.
—Hola, Úrsula, claro que me acuerdo de ti. ¿Qué es de tu vida?
—Muy distinta de cuando vivíamos juntos, antes de que te fueras siguiendo las recomendaciones de tu madre.
—Ya sabes que eso no fue como lo cuentas.
—Es igual, estoy aquí y quiero verte. Hoy sin falta, a la tarde en mi hotel, te mandaré la dirección por WhatsApp.
—Pero… Bueno, de acuerdo, ya veré cómo me organizo.
Colgaron, ella sonreía, él temblaba.
Bartolomé Zuzama. 09/II/2015