La leyenda del Coronel Durán
El sonido de la tierra al caer sobre el ataúd rompe el silencio y recuerda la artillería de los sublevados en la Ciudad Universitaria, donde las milicias del Quinto Regimiento se agarran con fuerza al terreno. El grito de ¡NO PASARÁN! desgarra la noche madrileña. Las bengalas iluminan el campo de batalla y el sonido de los fusiles, como un stacatto, obliga a los defensores a enterrarse en vida.
Cumplió con creces la misión encomendada y el Batallón de Hierro bajo su mando vigiló las carreteras disciplinado y valeroso. Nada tenía que ver su ya curtido comandante con aquel delicado muchacho que, a pesar de su humilde familia, pudo estudiar solfeo y piano en el Real Conservatorio de Madrid. Su paso por la residencia de Estudiantes, donde se relacionó con Lorca, Buñuel, Alberti, o Salvador Dalí, había quedado atrás. Sus composiciones musicales, sus giras por Francia, Alemania e Italia o su música para las películas americanas eran de otra vida.
La nueva había comenzado aquel fatídico18 de junio de 1936. No titubeo y desde el primer momento se unió al ejército popular para defender la República. Sus únicas melodías desde entonces fueron el himno de Riego o las canciones de los milicianos en el frente para darse ánimo.
La contienda siguió su curso y aquel valeroso y resolutivo oficial al que los hombres y mujeres respetaban y seguían fue nombrado jefe de Estado Mayor de la XI Brigada Internacional y detuvieron la ofensiva de Franco. De allí a Brunete y Teruel al frente de la 47ª División. En la primavera del 38 cubrió la retirada de los suyos en el Maestrazgo defendió Valencia y al gobierno legítimo. A finales de marzo del 39, con los sublevados a punto de llegar, abandonó España para no regresar a bordo de un destructor británico con otros refugiados. Así comenzó la leyenda del Coronel Durán, un héroe olvidado.
El exilio y la enfermedad casi acaban con él en Inglaterra. Bonté Crompton, un ángel estadounidense lo rescató, se casaron se trasladaron a los Estados Unidos. Para agradecer el favor a su país de acogida trabajó para el Departamento de Estado con su gran amigo Hemingway en Cuba cazando nazis y fascistas. De allí a la Argentina a conspirar contra Perón. Jamás se lo agradecieron. Hoover y McCarthy le acusaron de comunista infiltrado en su caza de brujas. Fue exonerado por completo pero su ilusión y reputación, como la de otros inocentes, habían desaparecido.
Diplomático con las Naciones Unidas, estuvo en el Congo durante la guerra de descolonización. Acabó su carrera como delegado en Atenas, mientras aprendía griego y traducía poemas de Kavafis al español. Siempre mantuvo el deseo de regresar a España.
La muerte llegó primero. Sus restos reposan en silencio en una parcela de tierra cedida por un campesino en Alones, una aldea sin cementerio de Creta, mirando al mar y añorando su patria. Por las tardes, si escuchas con atención, el rumor de los pinos desgrana El Fandango del Candil que compuso para «La Argentina» y sus taconeos resuenan como en el 28 en Francia.
El silencio llega con el ocaso a su lápida y a la de otros héroes olvidados por un país desagradecido. Descanse en paz, Coronel Durán.
Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Haro, 23 de marzo de 2024