EL SIEP: LA INTELIGENCIA DE LA II REPÚBLICA

Los espías de la II República

Maquis y guerrilleros tras la guerra civil española

Mucha gente desconoce que el gobierno republicano contó con un Servicio de Inteligencia que continúa siendo un enigma en muchos aspectos. El SIEP o Servicio de Información Especial Periférico fueron los espías de la II República. Constituyeron un servicio de información dedicado a la obtención de información en territorio enemigo cercano al frente.

El SIEP se caracterizó por una serie de elementos que lo hicieron peculiar. Al crearse en un conflicto civil dentro de un mismo territorio nacional no es comparable con un servicio de inteligencia exterior al estilo del MI6 británico. Era un servicio de inteligencia militar para disponer de información sobre los movimientos y el plan de batalla del enemigo.

Su evolución y su composición fueron paralelas a las del conflicto. Pasó de una primera fase revolucionaria y amateur a una progresiva profesionalización. Estuvo muy ligada a la presencia de asesores extranjeros, en particular soviéticos. Este desarrollo es similar al del Ejército Popular de la República.

Como muchas otras estrategias aplicadas en nuestra guerra civil, el SIEP fue un prototipo cuyos resultados se aplicaron en contiendas posteriores. El SOE británico y la OSS estadounidense se beneficiaron de sus tácticas, junto con unidades soviéticas como los Spetsnaz soviéticos.

Otra de sus peculiaridades fue la adscripción política totalmente heterogénea de sus miembros. Esto era poco habitual en las unidades militares del Ejército Popular. No existieron los habituales roces entre sensibilidades políticas (comunistas vs. trotskistas vs. anarquistas vs. socialistas, etc.). Los miembros del SIEP tenían un sentido de grupo, un orgullo de cuerpo que hacía que su pertenencia fuese superior a la propia ideología política.

Por desgracia existe poca información sobre este servicio. Sus archivos desaparecieron y las fuentes documentales que han llegado hasta nuestros días están muy mermadas.

Hay que diferenciar entre las unidades de guerrilleros y los agentes del SIEP con objetivos y tácticas diferentes. El SIEP buscaba la obtención de información sobre el enemigo. Prestaban especial atención a la ubicación de unidades, fuerzas, depósitos, instalaciones de transmisiones, tráfico en carreteras y ferrocarril, ubicación de aeródromos etc. Los guerrilleros también podían dedicarse a esa labor, pero su función principal era la realización de sabotajes, captura de prisioneros y eliminación de instalaciones enemigas.

Los guerrilleros iban fuertemente armados y en grupos de entre diez y quince componentes. En cambio, los agentes del SIEP eran agentes netamente de inteligencia. Se infiltraban en zona enemiga, a veces con uniformes del adversario, generalmente en parejas y poco armados. Su supervivencia dependía de su conocimiento del terreno, su capacidad de camuflarse en el entorno o en el campo enemigo, y de su suerte. A ambos se les denominaba como funcionarios de los Servicios Especiales.

Los guerrilleros republicanos fueron el germen de las unidades de Operaciones Especiales, grupos especiales de operación, comandos, etc., que aparecerían en la II Guerra Mundial. Dada su importancia serán objeto de otra publicación.

No se debe confundir el SIEP con el SIM (Servicio de Información Militar), creado en agosto de 1937 por el ministro de Defensa Nacional Indalecio Prieto. Era un servicio de seguridad interior al estilo del MI5 británico. Su misión era el contraespionaje, así como limitar las actividades de quintacolumnistas, anarquistas, «incontrolados» y de otros «elementos desestabilizadores».

Al comenzar la guerra civil el gobierno republicano carecía de un servicio de información profesionalizado comparable con los de potencias como Alemania, Gran Bretaña o la URSS. En las zonas ocupadas por los sublevados existieron algunas fugaces y endebles redes de espionaje formadas por civiles poco adiestrados que se internaban en zona enemiga con el propósito de recoger información. Estos informadores republicanos procedían en su gran mayoría de clases sociales humildes y eran jóvenes de entre dieciséis y veinticuatro años a los que se les asignaba un sueldo por realizar estas tareas. Este trabajo les conducía en la mayoría de los casos a la muerte ya que el promedio de vida en la «zona nacional» era de cuatro meses. Todos ellos estaban expuestos al fusilamiento tras un consejo de guerra por sus arriesgadas tareas.

A partir de 1937 se crean el SIM y el SIEP. Tras una primera fase más informal, los agentes del SIEP recibieron instrucción en las denominadas Escuelas de Servicios Especiales. Estos agentes serían los y las «espías de la II República». En el documento de filiación del SIEP que firmaban, aparte de la obligación de no revelar nada al enemigo bajo pena de ser expulsado del servicio y ser juzgado por traición, aparecía la promesa “Moriré matando”, toda una declaración de intenciones.

La primera etapa del SIEP fue la denominada fase revolucionaria. En ella, espías y guerrilleros eran casi los mismos individuos. Se crearon diferentes grupos, incluso algunos mixtos compuestos por brigadistas internacionales y españoles con actuaciones de guerrilla, principalmente en el frente de Aragón.

La puesta en marcha del SIEP fue paralela a la creación de las unidades de guerrilleros. En ambas influyeron asesores internacionales como Illner, Alexander Orlov y su segundo, Naum Eitingon. Ellos impulsaron la inteligencia militar y la guerra de guerrillas tras las líneas enemigas contando con el apoyo del jefe de gobierno Francisco Largo Caballero. Para su adiestramiento se contó con asesores soviéticos como Ilia G. Starinov (2/08/1900 – 18/11/2000), militar y partisano-saboteador soviético que diseñó varios tipos de minas. Fue instructor de partisanos, y tácticas de sabotaje en varias escuelas militares y de inteligencia de la URSS. Le bautizaron como el “abuelo de las fuerzas especiales”.

La creación oficial del SIEP, los espías de la II República, es de diciembre de 1937 aunque funcionaba desde mucho antes. Se organizó en base a agentes con diferentes perfiles y misiones:

  • Agentes fijos que vivían en zona enemiga e informaban a los agentes viajantes y, en algunos casos alos reservados, en sus desplazamientos a zona enemiga.
  • Solían ir en parejas y se introducían tras las líneas enemigas, normalmente con uniforme enemigo. En general, solían estar un par de días a lo sumo.

A su vez, los agentes viajantes podían dividirse en:

  • Agentes periféricos. Se movían en la proximidad del frente, penetrando unos pocos kilómetros en zona enemiga. Solían ser gente de la zona que conocía perfectamente el terreno.
  • Agentes de profundidad. Recorrían el territorio enemigo durante varios días, incluso semanas, recogiendo información de los agentes que residían allí. De estos había muy pocos.
  • Agentes reservados. Especialistas con gran experiencia que se utilizaban cuando era necesario obtener mayor información de un determinado punto o sector.

Todos los agentes tenían estipulados sueldos, gratificaciones y permisos.

La jefatura superior del SIEP estuvo inicialmente en Chinchón al mando del teniente coronel Vicente Rodríguez, para, posteriormente pasar a situarse en Aranjuez y en las últimas semanas de la guerra ubicarse en Benimamet, compartiendo local con los guerrilleros. Su función era la recepción, clasificación y elaboración de síntesis de la información obtenida por sus agentes. Más adelante el mando pasaría a Lucio Santiago Díez y posteriormente a Ramón Guerreiro Gómez. Tanto Lucio Santiago como Guerreiro eran miembros del partido comunista, que había tomado el control del XIV Cuerpo de Ejército guerrillero.

La central del SIEP del Ejército del Centro estaba ubicada en Madrid, en la calle de Ayala 58 y la del sector centro-sur en Torrente (Valencia). La organización de las bases variaba en número de componentes, pero todas tenían como mínimo un jefe (capitán o teniente), un ayudante (sargento), un auxiliar (sargento o soldado), dos prácticos (conocedores del terreno) y entre seis y diez agentes.

Se crearon escuelas en distintas ubicaciones. En mayo del 1937 se creó una en un apartamento de la Rambla de Cataluña, en Barcelona, dirigida por Arthur Illner. Allí se enseñaba a los agentes técnicas de supervivencia, organización y material utilizado por el enemigo, retención en memoria para poder hacer informes, uniformidad, topografía, orientación en condiciones adversas y fotografía. Las clases duraban tres horas cada día, de las 17:00 a las 20:00 horas y en ellas no se podían tomar notas. Otros profesores les enseñaba las características del material alemán y del material italiano y un oficial español les enseñaba graduaciones, uniformes e insignias de las diferentes armas del enemigo, geografía y orientación en situaciones adversas. Tanto las escuelas del SIEP, como las de los guerrilleros se denominaban Escuelas de Especialidades.

La diferencia en la formación entre guerrilleros y agentes del SIEP pudo llegar a ser mínima, lo que confirman los casos de Ramón Guerreiro, Ramón Vila Capdevila “Caraquemada”, Francisco Ponzán, Francisco Corredor Serrano, “Pepito el gafotas” y José Mir “Cona”. Todos ellos recibieron adiestramiento y se convirtieron en guerrilleros en el maquis, tanto en Francia como en el interior de España tras la victoria franquista.

Los cursos de agentes del SIEP duraban entre dos y tres meses y el aprendizaje final de los nuevos aspirantes consistía en acompañar a uno de los agentes más experimentados en uno de sus viajes, aunque a partir de enero de 1938 ya era cotidiano el que los agentes pasasen en parejas.

La tercera fase del servicio (desde mediados de 1938 hasta el final de la guerra), denominada como fase militar o SIEP verdadero, se caracterizó por una mejor organización. Existían jefes en cada gran unidad y en los puntos cercanos al frente donde se encontraban los agentes y se creó una sección administrativa encargada de recopilar y sintetizar la información recogida donde había cartógrafos que se encargaban de ubicar las unidades, emplazamientos de material y posibles objetivos de bombardeo.

Los agentes del SIEP no podían esperar mucho si los capturaban. Al menos hasta noviembre o diciembre de 1938 eran inmediatamente fusilados. En los últimos meses de la guerra la captura de agentes fue cada vez más frecuente y en muchos casos los servicios de contraespionaje franquista, ya prevenidos de su paso y por donde iban a hacerlo, les estaban esperando.

Los agentes de profundidad del SIEP no iban muy armados, a lo sumo con una pistola y alguna granada de mano. Sus armas eran las cámaras fotográficas y los prismáticos y, en caso de ser descubiertos, intentaban escapar. Por el contrario, los guerrilleros, y generalmente también los agentes periféricos, iban fuertemente armados y en el caso de ser descubiertos su forma de actuar era más directa y letal.

Un caso poco estudiado es el papel de las mujeres en el SIEP. No fue infrecuente que las mujeres actuasen como agentes residenciales en territorio enemigo, corriendo el mismo peligro que sus compañeros masculinos. También llegaron a actuar como agentes de enlace, siguiendo en las escuelas del SIEP el mismo curso que sus compañeros masculinos.

A mediados del 38 y hasta el final de la guerra fue cuando los agentes del SIEP y los guerrilleros actuaron con mayor frecuencia. Matallana ordenó el 20 de junio de 1938 que se instalara con urgencia un servicio que cubriera la línea XYZ que mantenía el ejército de Levante para que informara a los mandos de las grandes unidades de dicha línea. En ese año fue habitual la realización de acciones conjuntas entre agentes del SIEP y guerrilleros. En algunos casos el SIEP cedía material a los guerrilleros para sus operaciones, como en el asalto al fuerte de Carchuna en la que les proporcionaron las barcas para la ejecución del ataque. También era frecuente la utilización de la información obtenida por los agentes del SIEP por parte de los guerrilleros para la ejecución de futuras actuaciones.

Análisis crítico de la eficacia del SIEP

En el SIEP se potenciaron aspectos de un servicio de inteligencia moderno, aunque no siempre se pudo romper con la rutina propia de un sistema militar, basado en conceptos heredados de la I Guerra Mundial, que no veía con muy buenos ojos a un servicio que actuaba con una cierta independencia en las agrupaciones bajo su mando.

La valoración sobre la eficacia del SIEP varía según el interlocutor, aunque en lo que están todos de acuerdo es en la valentía de sus agentes y en su innegable indisciplina. También es de destacar la moral de resistencia y de profesionalidad de los mismos. En plena retirada jamás se olvidaban de dejar enlaces en los diversos pueblos que iban a ser tomados por el enemigo.

El SIEP desarrolló en su conjunto una labor de enorme importancia a pesar de las quejas que sobre su independencia y autonomía de funcionamiento fueron llegando al Jefe del Estado Mayor, general Vicente Rojo. El servicio obtuvo información de alto valor estratégico que, en algunos casos, fue desaprovechada por el mando y que hubiera podido influir de forma notable en los resultados.

La contribución del SIEP: la dimensión internacional de la acción guerrillera.

El final de la Guerra Civil significó el final oficial del SIEP y ya no se puede hablar de acciones como organización, sino de acciones individuales de sus miembros, y, entre ellos hubo varios destacados.

Los agentes siguieron actuando hasta la derrota definitiva de la República. Muchos fueron capturados y encerrados en campos de prisioneros, otros lograron pasar a Francia con la retirada del ejército republicano y otros, los menos, consiguieron partir en alguno de los barcos con destino al norte de África. Es en estos dos puntos donde actuarán en la futura contienda mundial, pero siempre desde un punto de vista individual o de pequeñas agrupaciones. También hubo grupos que se quedaron en España formando parte de alguna de las múltiples partidas de guerrilla antifranquista o maquis.

Donde actuaron algunos agentes del SIEP fue en Francia y también, en algún caso, trabajando con la OSS en el norte de África. Su actuación en Francia tuvo que adaptarse ya que la situación no era la misma que en la guerra de España. Su objetivo pasó a ser, al igual que en la España franquista, la guerra de guerrillas, en el denominado maquis, y en algunos casos la colaboración con las redes de evasión, como la de Pat O’Leary entre otras actuaciones destacadas.

El SIEP pretendía cubrir dos aspectos directamente relacionados. En primer lugar la falta de un organismo de Inteligencia que permitiese la obtención de información en campo enemigo, y en segundo lugar, la amarga constatación por parte de varios altos mandos del Ejército republicano y los asesores soviéticos, de que la guerra no parecía dispuesta a ser ganada por la República en el plano del combate convencional por lo que se necesitaban nuevos enfoques para ganarla. De aquí la potenciación del SIEP y del XIV Cuerpo de Ejército guerrillero. Su organización, estructura y alcance de las misiones fue muy meritoria a pesar de la inicial falta de organización y medios y de la heterogeneidad de sus miembros. Las dificultades fueron en la mayoría de los casos soslayadas y compensadas por la ilusión, valentía e implicación de sus componentes.

Sin embargo, si hay un país que pudo aprovechar la experiencia de los servicios especiales españoles fue sin duda la Francia ocupada. El maquis francés estuvo plagado de españoles con experiencia en combate, infiltración y guerra de guerrillas. El número de españoles condecorados y la gran cantidad de monumentos en el país galo dedicado a estos combatientes así lo confirma. Un caso reciente es el de Celestino Alfonso, cuyo sacrificio será reconocido en el Panteón de los Héroes de París, junto a otros resistentes contra la ocupación nazi.

Bartolomé Zuzama y Bisquerra. Valladolid, febrero 2024.

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