“Vendo zapatos de bebe, sin usar”.
El letrero que anunciaba mi pequeño puesto destacaba por sus letras rosas sobre fondo azul.
Mi madre me besó en la frente cuando propuse hacer un mercadillo, era una buena manera de volver a la normalidad. Hacía ya tres meses que Teddy había desaparecido y todos habíamos dejado de buscarle, dando por buena la hipótesis del ladrón de niños que merodeaba por la comarca.
Teddy siempre lloraba, especialmente cuando mamá me iba a leer un cuento. Ella me miraba con cara de disculpa y se iba a atenderlo.
Teddy siempre lloraba cuando papá iba a abrazarme y llevarme al columpio para balancearme. Papá también le atendía primero.
Teddy siempre lloraba, incluso cuando le besaba, antes de enterrarlo junto al sauce llorón, junto a las pequeñas cajas con cucarachas, petirrojos y aquel gatito blanco.
Valladolid, 16 de mayo de 2016.