En uno de los tiestos, a lo lejos, hoy me ha parecido ver la figura de un mamut.
Hace ya más de seis meses que se fue, en una clara noche de verano, de esas que invitan a salir a pasear por el barrio.
Marisa y yo estábamos viendo la televisión y Mario dormía en su cuna. Por fin habíamos conseguido sacarle de nuestra habitación y casi no teníamos que levantarnos para comprobar si estaba bien. Aquel maravilloso artefacto que nos regaló mi suegra facilitaba nuestra tranquilidad.
Ahora lo teníamos junto a nosotros, en la mesita de café y estaba en completo silencio. Desde mi butaca podía ver el logotipo de la marca, un mamut, que destacaba en su parte posterior.
Una sensación extraña me hizo levantarme sobresaltado y acercarme a la cuna. El transmisor estaba apagado y Mario ya no respiraba.
Aquel mamut es hoy todo lo que me queda de él, el mamut y una tristeza infinita.
Valladolid, 9 de mayo de 2016.