Mientras caminaba, la noche se iba adueñando de la ciudad. Las calles se vaciaban de gente y los edificios se iluminaban con una opulencia indecente, contrastando con la oscuridad que ocultaba a los miserables hacinados en los escasos lugares donde la temperatura exterior podía combatirse.
Seguía manteniendo aquella rutina que inició cuando él desapareció. Cada quince de noviembre se aproximaba al pequeño parque donde se besaron por primera vez. Esa cita nocturna se repitió durante tres años sin que nada la turbara, pero hoy era diferente.
Una lona oscura protegía las luces y a las personas de uniforme que rodeaban una fosa recién excavada.
Al llegar allí, su acompañante la empujó sin miramientos, obligándola a mirar el interior de la fosa, pero sin quitarle las esposas.
Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, 2017.