La familia es lo primero

sotEn lo alto de la cuesta ya se divisa el paso, pronto comenzará la bajada y llegaremos a nuestro destino. Algo muy grave tiene que ocurrir en la aldea para que el juez del condado haya decidido que me acompañe un destacamento del ejército. Desde que Richard salió hacia aquí no hemos vuelto a tener noticias suyas, y de eso hace casi tres semanas.

Lo que me sorprende es la insistencia del juez en que nadie debía saber dónde nos dirigíamos antes de salir de la capital del condado. Incluso comuniqué nuestro destino al jefe del destacamento militar cuando ya habíamos recorrido bastantes millas en dirección a las montañas. Al parecer se habían producido algunas muertes extrañas en los alrededores de la aldea y era necesario investigarlo.

Tras una pronunciada bajada y algunas revueltas del sendero la aldea ha aparecido ante nosotros. He decidido que fuéramos a la taberna para descansar y beber algo antes de iniciar la investigación; así, los lugareños se acostumbrarán a nuestra presencia y quizá podamos averiguar algo. Los soldados tienen órdenes de que, si les preguntan, digan que estamos de paso rumbo a la Sierra Noroeste para relevar a otro destacamento; de esta manera no levantaremos suspicacias.

No sé qué me ha pasado, entramos en la taberna y bebimos aquella sabrosa cerveza con los parroquianos. Me extrañó un poco que a esa hora estuviera tan concurrida, pero en las montañas la gente vive de otra manera. Después de eso nada.

Poco a poco voy recobrando el sentido. Estoy en una especie de galería subterránea por la que circula una agradable brisa y mi cabeza pende boca abajo. Tengo las manos atadas a la espalda y los pies sujetos a una viga. Aunque no hay mucha luz, poco a poco puedo distinguir junto a mí al resto del destacamento. Cuelgan de la misma manera y permanecen inmóviles. A su lado hay más cuerpos. No sé qué me ocurre, la somnolencia vuelve a apoderarse de mí.

–Bueno Nathaniel, este era el último. Ya tenemos provisiones para una larga temporada. No hay como un par de muertes poco claras para atraer forasteros. Ha sido una pena tener que sacrificar a algunos de nuestros jóvenes, pero ya hay demasiadas bocas y el producto escasea cada vez más.

–Tienes razón Ismael, pero sin la ayuda de mi primo el juez no hubiéramos podido llenar la despensa de nuevo. Fue una suerte que se marchara a estudiar fuera y no se olvidara de nosotros.

–Estoy de acuerdo contigo y tengo previsto mandarle una pieza curada que reservé hace unas semanas. Nadie lo distinguiría del tasajo de res. Encárgate de hacérsela llegar cuanto antes, que la familia siempre es lo primero y aunque seguro que ya se ha acostumbrado a comer de todo, una vez que se ha probado lo bueno, no se olvida nunca.

Valladolid, 6 de julio de 2016.

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