¿Utopía?

BANDERA TRICOLOREra una hermosa mañana de junio. La Presidenta esperaba en la tribuna el inicio del acto y recordaba todo lo que había tenido que pasar para llegar a esto.

Dos países, cuatro naciones, dos sistemas de gobierno, cinco idiomas, dos constituciones y dos estatutos, mucha crisis y desempleo, corrupción y, sin embargo, esperanza en el futuro.

Este sería el primero de los actos institucionales de máximo nivel, el próximo tendría lugar la semana siguiente en la Praça do Comércio de Lisboa. En la explanada y de cara al Paseo de la Castellana, dos compañías de honores formaban a ambos lados del mástil donde se iba a proceder al izado de la nueva bandera. Cada compañía vestía aún los uniformes de sus respectivos países.

El Coronel que mandaba la agrupación de honores se dirigió hacia la tribuna y, tras el preceptivo saludo con el sable, solicitó permiso para iniciar los actos. Acompañados por el sonoro redoble de un único tambor, la escuadra de gastadores representando a las fuerzas armadas, avanzó hacia el mástil portando la bandera.

Tras el toque del cornetín de órdenes, ambas compañías presentaron armas y sonaron por primera vez los acordes del himno que representaría a la nueva nación. La bandera roja, amarilla y verde comenzó a subir y a ondear en la brisa mañanera. Cuando llegó al tope y finalizó el himno los asistentes aplaudieron emocionados. Ibérica, la Confederación de Estados Ibéricos ya era una realidad.

Ibérica ya era, descontando los territorios de ultramar, el país más grande de la Unión Europea y el tercer país más grande de Europa, tras Ucrania y Rusia. Su población cercana a sesenta millones de habitantes, sería equiparable a la de Italia, el Reino Unido o incluso Francia.

La Presidenta de la República no pudo evitar que una lágrima furtiva descendiera por su mejilla; el esfuerzo había merecido la pena pero las negociaciones habían sido extenuantes. En comparación había sido más fácil convencer a los portugueses que a los catalanes y vascos, que únicamente dieron su aprobación a un sistema confederal que recogiera la posibilidad de disolución por mutuo acuerdo.

Aunque el nombramiento había sido provisional y su mandato finalizaría tras las próximas elecciones, el sentimiento de que una mujer fuera la primera presidenta de la nueva república la llenaba de orgullo y le compensaba muchos años de lucha y sinsabores en busca de una igualdad real y de un sistema justo y solidario para el proyecto en común que ahora iniciaban.

A la misma hora, en todos los ayuntamiento se procedía al izado de la nueva bandera que representaba el futuro y la búsqueda de mejores condiciones para los ciudadanos y ciudadanas de Ibérica, un viejo sueño hecho realidad.

Valladolid, 24 de junio de 2014.

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