Búsqueda infinita

mountains-1284724_1920El bosque de pinos moría abruptamente en la ribera del río. Cuando llegó por el sendero, apoyada en su bastón de mango de carey, Ludmilla quedó asombrada. Un cable unía ambas orillas sobre los rugientes rápidos, colgando de lo que parecían unas endebles estructuras.

En sus viajes alrededor del mundo había visto espectáculos parecidos, pero algo le llamaba la atención de éste. Algo que no sabía definir, pero que sonaba discordante con el entorno.

El funambulista, sujetando con ambas manos una pértiga a la altura del pecho, avanzaba lentamente hacia la orilla donde ella lo observaba hipnotizada sin pestañear y sin poder apartar la vista.

Como si el ya prácticamente sometido río quisiera impedir su hazaña, numerosos y
violentos rociones de espuma impactaban contra su cara y su cuerpo. El avanzaba paso a paso, sin alterar el ritmo ni inmutarse, sin ningún tropiezo o paso en falso.

Llegó al final, soltó la pértiga y dando un salto mortal con tirabuzón aterrizó prácticamente a los pies de la observadora. Haciendo caso omiso de su presencia, como si no se hubiera percatado de ella, se quitó la camiseta y se enjuagó el sudor en las aguas más calmadas de la orilla.

En ese instante se rompió el hechizo y ella suspiró con fuerza. Dio la impresión de que en ese momento y no antes, él se percató de su presencia, ya que se volvió. Aquellas pupilas blancas que parecían mirarla fijamente desde un rostro moreno de piel curtida hicieron que su mente comenzara a divagar y que sintiera un violento escalofrío ante esa sensación de vacío profundo e ignoto.

Había oído contar historias sobre un funambulista ciego que cruzaba ríos y barrancos en busca del recuerdo de una muchacha de melena rojiza, pero pensaba que eran fábulas. Se comentaba que para buscar mejor ese recuerdo había sacrificado su visión con el fin de alcanzar la clarividencia, aislándose en un apartado monasterio de derviches giróvagos en el misterioso interior de Turquía.

Cuando sus rostros se enfrentaron y ella fijó su mirada en sus pupilas albinas, su mente recordó el accidente, el puente sobre este mismo río indómito y a su nieta de flameantes y rojizos cabellos, cuyo cuerpo jamás encontraron.

Esta muda conexión también le afectó a él, que evocó innumerables idas y venidas sobre el cable que unía las murallas del monasterio con sus ojos permanentemente abiertos dirigidos hacia el sol. Bajo sus pies, como peonzas sagradas, los mevleví intentaban acercarse al místico y sabio dios de los sufís girando eternamente sobre si mismos al son de flautas y tamboriles.

Como seguía existiendo ese peculiar enlace entre ambos, la visión del monasterio fue
sustituida por lo que ella estaba recordando y unas lágrimas de sangre asomaron a sus ojos. Sin mediar palabra avanzó hacia el rio y se dejó llevar por la corriente sin luchar ni resistirse.

Su cuerpo, como el de ella, jamás fue hallado.

Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, 8 de abril de 2019

1 comentario en «Búsqueda infinita»

  1. Impresionante relato. No me esperaba el final, ni tampoco el elemento sobrenatural. Entonces al final, ¿el funambulista murió arrastrado por la corriente para encontrarse con la muchacha? ¿O se podría decir que los dos murieron desde antes y él era un alma en pena, cruzando el cable porque no recordaba que había muerto y quería reencontrarse con ella? No sé, a lo mejor me equivoco o interpreté mal, pero me ha dado mucho que pensar.

    Llegué a tu blog por casualidad porque me gustan los cuentos y este, para ser el primero que leo, ha estado bastante bien. Muchas gracias por compartir.

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