Y AMANECÍ EN UNA CAMA EXTRAÑA

sabanas negrasAl abrir los ojos me asaltaron simultáneamente dos sensaciones contrapuestas, un tremendo dolor de cabeza y la gran levedad proporcionada por aquellas sábanas de raso negro, a juego con las cortinas de una habitación desconocida.

La tarde anterior había quedado con Lola en nuestro lugar de encuentro favorito, aquel encantador antro cercano a la muralla, con música de jazz y escasa luz donde todavía servían, a los amigos claro está, el “hada verde”, una absenta de cerca de noventa grados o eso aseguraban los entendidos.

Todavía no había ninguna cara conocida, aunque me pareció ver a un joven con el que habíamos coincidido alguna vez, y de cuya apuesta y varonil apariencia Lola se había prendado. Le acompañaba una morena de esas que quitan el sentido, como diría Sabina sin equivocarse.

Lola se retrasaba, como siempre, y decidí ir entrando en materia. Con un susurro pedí al camarero, viejo conocido y dueño del local, una absenta de las de persona mayor. Mientras realizaba los preparativos pertinentes: vaso pequeño, terrón de azúcar en el borde, escanciado lento del brebaje, etc., advertí a mi lado una presencia, anticipada por un penetrante perfume afrutado. Miré de soslayo y me encontré con el susodicho joven que, junto con su escultural y poco discreta acompañante, se había acercado a la barra y observaba atentamente las maniobras del barman.

– ¿Te atreves con eso? –preguntó con una voz ronca y sensual que me impulsó a contestarle y a subir de alguna manera la apuesta implícita en la pregunta.

–Esto es sólo el aperitivo, lo divertido empieza cuando llevas tres en el cuerpo, –contesté encarándoles para no perder detalle de la morena.

Así iniciamos un diálogo salpicado de absenta y risas que finalizó en brumas insondables hasta mi despertar en una cama desconocida, lo que no me causó especial aprensión.

Me empecé a preocupar cuando al incorporarme vi, amontonadas y revueltas en la alfombra, dos piezas de ropa interior que se diferenciaban únicamente por el color, y una de ellas era mía…

Bartolomé Zuzama. 16/03/2015

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